REFORMAS BORBÓNICAS Y REBELIONES INDÍGENAS
Durante este siglo la
Corona española, ahora bajo el reinado de los borbones, introdujo una serie de
cambios para restaurar la autoridad del Estado, disminuir el poder de la
aristocracia, devolverle a España su poderío militar en Europa y recuperar el
dominio en sus colonias americanas. Era un plan ambicioso que requería, en
primer lugar, aumentar los recursos. Las reformas cobraron gran auge bajo el
gobierno de Carlos III, el máximo exponente del despotismo ilustrado español.
En el proceso España logró aumentar notablemente sus ingresos, pero perdió un
Imperio. A la presión tributaria se sumó el desplazamiento de los criollos de
la administración pública en beneficio de los peninsulares. El camino estaba
allanado para pensar en la independencia.
Las reformas atacaron,
en primer lugar, a la administración pública. Se crearon nuevos virreinatos
(Nueva Granada y Río de la Plata), se reorganizó la defensa militar
(establecimiento de las capitanías de Venezuela y Chile) y se implantaron las
intendencias que reemplazarían a los corruptos corregimientos. Luego, en el
plano religioso, se expulsó del Imperio a los jesuitas y el Estado asumió el
control de la educación. Finalmente, el problema económico fue el que despertó
mayor interés. Era prioritario elevar los impuestos y ampliar la base
tributaria; también se debía estimular la producción minera para aumentar el
flujo de metales hacia España, controlar el contrabando y estimular el libre
comercio entre la Península y América.
La aplicación de las
reformas en América fue a través de visitas generales. Al Perú fue enviado el
“visitador” José Antonio de Areche. Rápidamente atacó el problema fiscal y
elevó la alcabala a un 6%. Estableció las aduanas interiores para elevar la
recaudación y tuvo que hacer frente al descontento de casi toda la población,
especialmente cuando se rebeló en 1780 el curaca Túpac Amaru II, descendiente
de los incas.
Las rebeliones
indígenas del siglo XVIII, que pasaron de un centenar en el territorio del
virreinato, tuvieron como marco la recuperación de la cultura andina,
especialmente el mesianismo en la mentalidad popular: el retorno del inca
generaría un futuro mejor. Esta idea se vio claramente en el levantamiento de
Juan Santos Atahualpa en la selva central (1742), quien sublevó a los indios
campas contra las misiones franciscanas de la zona.
El movimiento de Túpac
Amaru II, que contó con el apoyo de muchos curacas como los hermanos Catari,
fue más complejo. No solo porque movilizó una cantidad mucho mayor de indios,
sino porque incluyó en su programa de reivindicaciones a población no andina:
criollos, mestizos y negros. Su base social fue más amplia porque la rebelión
coincidió con el descontento general ante las medidas borbónicas. Los impuestos
se elevaban y el comercio con el mercado de Potosí se vio afectado al crearse
el virreinato de Río de la Plata (1776), que incluía al famoso centro minero.
Por ello el territorio de la rebelión fue más amplio: abarcó todo el sur andino
y el Alto Perú.
Túpac Amaru se rebeló
contra el mal gobierno pero no necesariamente contra el Rey. Al final fue
ajusticiado y ejecutado en la plaza del Cuzco (1781), sin embargo las
consecuencias de su rebelión tuvieron largo alcance. La Corona tuvo que crear
una audiencia en el Cuzco, una demanda de Túpac Amaru, abolir los repartos y
los corregimientos y acelerar el establecimiento de las intendencias. De otro
lado tuvo suprimió los curacazgos y prohibió la lectura de los Comentarios
Reales de Garcilaso para no despertar la reivindicación incaica entre la
población.
Finalmente el intento
de Túpac Amaru por incluir en su rebelión a criollos no dio resultado, pues
estos tuvieron temor ante la posibilidad de conceder excesivas reivindicaciones
a los sectores populares. La imposibilidad de compaginar los intereses entre
criollos e indios le restó al movimiento la capacidad de tornarse en
separatista.
El siglo XVIII no trajo
buenos resultados al Perú. Su virreinato perdió importancia al verse amputado
su amplio territorio. Asimismo, al eliminarse el monopolio comercial del
Callao, su aristocracia mercantil ya no dominaba todo el mercado del Pacífico
sur. Finalmente, tras el estallido de numerosas rebeliones indígenas, quedaba
una secuela de recelos y odios difíciles de borrar en el tiempo, claves para
entender el futuro movimiento independentista.