LA VIDA CULTURAL Y ARTÍSTICA EN EL PERÚ VIRREINAL
La educación estuvo
bajo el control del clero y abarcó tres fases: primeras letras, estudios
menores y estudios mayores. No existieron límites claros para el paso de un
nivel a otro y todo dependió de los recursos, la inteligencia y esfuerzo de los
alumnos. Los estudiantes, blancos y en algunos casos mestizos, iniciaban su
formación con las primeras letras, los rudimentos en números y el catecismo
para llegar, a los 7 u 8 años, a los estudios menores en los que se aprendía
retórica, música, humanidades y latín. Los hijos de indios nobles y curacas
recibían una formación intermedia entre las primeras letras y los estudios
menores. Se les impartía conocimientos en lectura, escritura, cálculo, canto,
catecismo y algo de derecho natural.
La educación superior se
impartió en los colegios mayores donde había cursos de filosofía, artes, leyes
o medicina. Los más reputados estuvieron en las ciudades de Lima y Cuzco. En la
primera los más destacados fueron los de San Felipe, San Martín y el seminario
de Santo Toribio para la formación de presbíteros; en la segunda el San Antonio
Abad y el San Bernardo. Tras la expulsión de los jesuitas (1767) se fundó en
Lima el Real Convictorio de San Carlos. Los estudios universitarios no estaban
destinados únicamente a la formación de abogados, médico o teólogos; también
cultivaban la formación humanística. La principal universidad era la Mayor de
San Marcos en Lima (1551) y, durante el siglo XVII, se fundaron otras en el
Cuzco, Quito, Chuquisaca y Huamanga.
El desarrollo artístico
contempló todos los niveles. La pintura limeña asimiló las técnicas
renacentistas con la llegada en el siglo XVI de artistas italianos (Bitti,
Medoro y Pérez D’Alesio). Pero esta tendencia limeña por la imitación tuvo su
contraste con un pintura más libre y auténtica en las ciudades del interior.
Quito y Cuzco fueron los centros de una escuela pictórica mestiza, pues
asimilaron las técnicas europeas con motivos andinos; la pintura paisajista,
los arcángeles arcabuceros, los retratos de la Virgen y las distintas versiones
de Cristo son claros ejemplos. En el Cuzco, las obras de Diego Quispe Tito son
las más reconocidas.
La escultura se
desarrolló básicamente en la talla de madera para decorar los templos: altares,
púlpitos y sillerías de coro. Caso aparte fue la proliferación de retablos o
altares portátiles. En Huamanga destacó la escultura en piedra de alabastro y
en Arequipa las obras en piedra volcánica (sillar). Los escultores más célebres
fueron el mestizo Baltasar Gavilán, autor de La Muerte, y el español Pedro
Noguera, quien talló la sillería del coro de la Catedral de Lima.
La arquitectura, que en
el siglo XVI fue renacentista y mudéjar (influencia arabesca), se consolidó en
barroca durante el XVII y el XVIII. El “churrigueresco” o barroco español quedó
plasmado en las portadas de casi todas las iglesias. Los ejemplos más notables
son los templos de San Agustín y La Merced (Lima) y el de La Compañía (Cuzco).
El rococó, de influencia francesa, asomó en la segunda mitad del XVIII y se
demuestra en el Paseo de Aguas, la Plaza de Acho, el Palacio de Torre Tagle, la
Alameda de los Descalzos y la Quinta de Presa en Lima. Finalmente en primeros años del XIX apareció
el neoclásico. Las torres del campanario y el altar mayor de la Catedral de
Lima y el Cementerio General de Lima, ambos del presbítero Matías Maestro, son
los ejemplos más sobresalientes.
La literatura, fiel
imitadora de los estilos europeos, tuvo al erudito Pedro Peralta y Barnuevo,
Juan Espinoza Medrano y Juan del Valle y Caviedes sus máximos exponentes. En
música destacó la ópera “La púrpura de la rosa”, obra del maestro Tomás
Torrejón de Velasco. El teatro tuvo especial importancia en la representación
de autos sacramentales, obras de fondo religioso y moralizador.
La imprenta fue traída
por el italiano Antonio Ricardo; en 1584 editó la Doctrina Christiana y
Catecismo, primer libro impreso en el Perú y en América del Sur. De otro lado,
el primer periódico que se publicó fue la Gazeta de Lima (1743), sin embargo,
el que alcanzó mayor notoriedad y celebridad fue el Mercurio Peruano, publicado
entre 1791 y 1795 por la Sociedad de Amantes del País.