LA ERA DEL GUANO (1845-1879) - EL PERÚ REPUBLICANO
A partir de 1845, con
la llegada de Ramón Castilla a la presidencia, el Perú inició un período de
relativa calma política debido a que ahora los gobiernos gozaron de un ingreso
económico inesperado: el guano de las islas. La exportación de este famoso
fertilizante se hizo posible a la gran demanda de Norteamérica y Europa por elevar su producción agrícola debido al
crecimiento demográfico.
Hasta el estallido de
la Guerra con Chile (1879) el Perú exportó entre 11 y 12 millones de toneladas
de guano que generaron una ganancia de 750 millones de dólares. De ellos el
estado recibió como propietario del recurso el 60%, es decir, una suma
considerable para convertirse a través de inversiones productivas en el
principal agente del desarrollo nacional.
Si calculamos la
importancia del guano en la economía de la época podríamos decir que, cuando
Castilla hizo el primer presupuesto para los años 1846-1847, la venta del
fertilizante representaba el 5% de los ingresos totales; años más tarde, entre
1869 y 1875, el guano generaba el 80% del presupuesto nacional. Con esta
inusual bonanza, luego de 20 años de anarquía y estancamiento, se podía
recuperar el tiempo perdido: atraer la inversión e iniciar una vasta política
de obras públicas para modernizar al país.
El resultado final no
fue tan alentador. El dinero generado por el guano fue destinado a rubros casi
improductivos: crecimiento de la burocracia, campañas militares, abolición del
tributo indígena y de la esclavitud, pago de la deuda interna y saneamiento de
la deuda externa. Solo la construcción de los ferrocarriles y algunas
inversiones en la agricultura costeña (caña de azúcar y algodón para la
exportación) escaparon a este desperdicio financiero.
Hacia 1870 las reservas
del guano se habían prácticamente agotado y el Perú no estaba preparado para
este colapso, cargado como estaba con la deuda externa más grande de América
Latina (37 millones de libras esterlinas). Fue entonces que el país pasó, como
tantas veces en su historia, de millonario a mendigo, sin nada que exhibir en
términos de un progreso económico. El Perú no había podido convertirse en un
país moderno con instituciones civiles sólidas.
La razón de este
fracaso ha sido explicada por la falta de una clase dirigente. Tanto los
militares como los civiles surgidos bajo esta bonanza no pudieron elaborar un
proyecto nacional coherente. Dirigieron su mirada hacia el extranjero, apostaron
por el libre comercio y compraron todo lo que venía de Europa arruinando la
escasa producción o “industria” local. Con muy pocas excepciones se
convirtieron en un grupo rentista sin vocación por la industria.
En especial los civiles
no habrían podido convertirse en una “burguesía” decidida, progresista o
dirigente. Aunque, como ya hemos mencionado, hubo al interior de esta élite
gente que, como Manuel Pardo, imaginaron un desarrollo alternativo para el
país. Pardo fundó el Partido Civil y en 1872 se convirtió en el primer
presidente que no vestía uniforme militar. Su programa insistía en la necesidad
de institucionalizar el país, fomentar la educación y construir obras públicas.
Ya en el poder poco es lo que pudo hacer: el país se encontraba ahogado en su
crisis debido al derroche de los años anteriores.
Lima y la costa se
beneficiaron de la bonanza guanera. El resto del país, esto es, los grupos
populares y las provincias del interior, vivieron al margen de esta
“prosperidad falaz” continuando en un mundo arcaico, especialmente la población
andina. En 1879, quebrado y dividido, el Perú tenía pocas posibilidades de
salir airoso en la Guerra del Pacífico.